“Cosa” es la pieza que cierra mi trilogía sobre el ILUSIONISMO, investigación que me ha llevado a pensar cómo la ilusión conecta con la esencia de lo teatral, exponiendo sobre la escena la convención y la magia, la realidad y su doble, la acción y la ficción. Esta investigación que comenzó en el 2017 ha traído consigo las piezas !AY! YA! (2018)  investigación sobre las imágenes perceptivas pensadas desde el cuerpo y «The Watching Machine» (2020) investigación sobre las imágenes perceptivas pensadas desde la luz, sombra y reflejo.

En esta ocasión, en «COSA. Intervenir un cuerpo», investigamos las imágenes perceptivas desde lo escenográfico. Para ello hemos pensado el cuerpo como un material más, cosificando hasta convertirlo en atrezzo.
Cosa es una pieza de danza compuesta por un cuerpo de baile objetual.
La coreografía de las cosas.

Idea original: Macarena Recuerda.

Creación: Macarena Recuerda, Jorge Dutor y Maia Villot.

Intérpretes: Macarena Recuerda y Maia Villot.

Asistente coreográfico: Jorge Dutor.

Vestuario: Jorge Dutor.

Iluminación: George Marinov.

Una producción de Antic Teatre (Barcelona).

Con la colaboración de: Gobierno Vasco, Azkuna Zentroa (Bilbao), Conde Duque (Madrid), La Caldera (Barcelona), Réplika teatro (Madrid), Harrobia (Bilbao), Zornotza Aretoa (Bizkaia) y D8 Sorkuntza Faktoria (Bilbao).

Críticas

Macarena Recuerda Shepherd presenta ‘COSA. Intervenir un cos’ a l’Antic Teatre

Oriol Puig Taulé
Núvul, digital cultura.
Crítico y cronista de artes escénicas. Cap de L’Apuntador.

Todos nos movemos, dentro de nuestras posibilidades. Y todas las cosas se mueven, aunque sea a velocidades tan ínfimas que resultan prácticamente imperceptibles. La creadora Macarena Recuerda Shepherd ha estrenado el espectáculo COSA. Intervenir un cuerpo en el Antic Teatre. Ilusionismo, ballet y cartón bailan en una pieza sencilla y deliciosa. Lo que sé es que las cosas sencillas son las más difíciles de hacer.
Macarena Recuerda a Shepherd en una imagen de ensayo de ‘COSA. Intervenir un cuerpo”.
El escenario es una caja llena de sorpresas. Una caja escénica es continente y contenido a la vez, generando ilusión desde el momento en que se encienden las luces. Macarena Recuerda Shepherd, número artístico de la creadora Lidia Zoilo, ha cerrado su trilogía sobre el ilusionismo escénico con el espectáculo COSA. Intervenir un cuerpo. El título original está en castellano, pero esta pequeña sensación de parábolas funciona mucho mejor en la misma versión catalana: no es lo mismo ir de “cosa” a “cuerpo” que de “cosa” a “cuerpo”. Cosas del idioma. La primera parte de la trilogía de Macarena Recuerda fue ¡AY! ¡YA!, pieza de cámara para dos intérpretes y chándal rojo, y que acompañada de Sofía Asencio crea seres imposibles a partir de las múltiples combinaciones de dos cosas. La segunda fue The Watching Machine, en cuyo escenario se convierte en algo a medio camino entre una nave espacial y una máquina de mirar, y en los espejos y la luz sirven para reflexionar y crear nuestros mundos. Ahora, esta COSA cierra la trilogía y se convierte en un canto al cartón y al papel de embalar, un ballet precario de las cosas.
Crear emociones en el espectador entre objetos es mucho más difícil que hacerlo con parámetros y gestos dramáticos. ¿Oh no? La ilusión escénica bien ejecutada nos demuestra que puede ser mucho más emocionante un telón que desciende que un monólogo sobreactuado. Una tela que baila que una lágrima forzada. El talento y la sabiduría escénica de Macarena Recuerda Shepherd consigue que nos emocionemos con una propuesta hecha de cartón. Los primeros acuerdos del Preludio a la siesta de un fauno de Claude Debussy nos sitúan, enseguida, en el terreno del artificio. ¿Existe algo más artificial que el ballet? Pero no nos encontramos en el Liceu, sino en el Antic Teatre, y ante nosotros no aparecerá Vaslav Nijinski con un jersey que no deja espacio a la imaginación, sino dos intérpretes casi invisibles. Lidia Zoilo y Maya Villot hola hijo, pero no hay hijo a la vez, enfundadas en el vestido monocromático diseñado por Jorge Dutor que las hace confundir con el paisaje. La emoción de una mano que aparece, de unos dedos que chasquean, de unas cabecitas que no sabemos si son topos o espías.
La paz es tranquila y monocromática con un desierto, color de tierra. Pero, como el Sáhara, también puede esconder varias maravillas. Formaciones arquitectónicas que registran un zigurat, seres mitológicos hechos de tubos, monstruos-títere o títeres-monstruo. Depende de cómo se mire. Macarena Recuerda sigue la estela de La Claca en Mori el Merma y del postteatro de Joan Brossa. Y todo, con una finísima de humor, que recorre el espectáculo con un subterráneo actual. La salud vulcaniana de Star Trek o una ágil voltereta de ninja conviven plácidamente con el arte cinético y la gimnasia rítmica. Las cajas de cartón que toman vida en los espectáculos de Miet Warlop o Diana Gadish son aquí seres mágicos, más allá del bien y el mal, a los que nuestro empeño figurativo se empeña en poner cara. Al final, un teatro barroco (y sobre sus efectos especiales) también se puede reproducir con materiales más pobres. Con Cris Blanco, Macarena Recuerda confía en el poder del escenario y de la convención. Porque por encima de todo ama y respeta a este generador de ilusiones y absurdos que es el teatro.

TONI RIMBAU

Se ha presentado estas dos últimas semanas en el Antic Teatre de Barcelona, el nuevo espectáculo de Macarena Recuerda Shepherd titulado COSA. Intervenir un cuerpo. Se trata de la obra que cierra la trilogía sobre el Ilusionismo, una investigación que la autora lleva a cabo desde hace ya unos años.
Como explica ella misma en el programa de mano, ‘se trata de una investigación que la ha llevado a pensar cómo la ilusión conecta con la esencia del hecho teatral, exponiendo sobre la escena la convención y la magia, la realidad y su doble, la acción y la ficción’. Una investigación que se inició en 2017 y de la que han salido los títulos: ¡Ay! ¡Ya! (2018), sobre las imágenes perceptivas pensadas desde el cuerpo, y The Watching Machine (2020), sobre las imágenes pensadas desde la luz, la sombra y el reflejo. En la tercera que ha estrenado ahora, COSA. Intervenir un cuerpo, ‘investiga las imágenes perceptivas de lo escenográfico, pensando el cuerpo como un material más, cosificando hasta convertirlo en atrezzo’. Y acaba diciendo la autora: ‘COSA es una pieza de danza compuesta por un cuerpo de baile objetual’.
Como puede verse leyendo estas palabras, nos encontramos ante una artista a la que le gusta experimentar. Pero de entre todas sus palabras, yo me fijaría en una de ellas, que repite al menos dos veces, la palabra ‘perceptivo’, y que nos una pista de por donde anda su investigación. A mi modo de ver, se centra especialmente en algo tan sencillo, elemental y complejo como es el hecho perceptivo en sí mismo: la percepción. Dicho en otras palabras, tras ver las tres obras de la trilogía y aún a riesgo de equivocarme, yo diría que lo importante de todas ellas, además de los contenidos en sí, es, por encima de todo, la atención que se pone al ‘hecho perceptivo’. Algo que en realidad se asocia a los contenidos, por supuesto, pues estos le sirven para crear esas situaciones ambiguas, casi de trampantojo, pensadas al milímetro para confundir la percepción y obligar al espectador a fijarse en algo que pocas veces es objeto de atención: el mirar, el acto mismo de percibir.
De ahí la extrañeza que sus acciones provocan y que te obligan a mirar y remirar, hasta entender que hay un juego de ilusión y que lo satisfactorio es darte cuenta de cómo estamos percibiendo. «Percibir el percibir”, tal sería el objetivo último indirecto, sutil, que aparentemente no justifica un espectáculo, pero que en cambio lo llena de una intensidad extraña, poderosa, que tiene que ver con el tiempo, por supuesto. Pues esta atención al percibir se estira en el tiempo y acaba convirtiéndose en eso, en un ‘percibir el tiempo’ que juega a hacerse doble, a hacerse espacio, gracias a sus trampantojos, como si la esencia secreta del tiempo fuera esto: estar en una constante ambigüedad, en ‘ser y no ser’ a la vez lo que ves o aparentas ver o ser. Pero sin tomar partido, indicando que tanto vale una imagen como la otra, una verdad como su contraria. Lo importante es el juego y el entremedio, el espacio que se abre en este estar consciente de ser doble, de ser dos cosas a la vez.
En COSA, Lidia Zoilo (pseudónimo de Macarena Recuerda Shepherd, y viceversa) se ha detenido en jugar con un material, el cartón, que muestra una curiosa ambigüedad: por un lado, es un material común y anodino que no tiene ningún misterio en sí. Por otro lado, el modo cómo es tratado por las dos actrices que se esconden en él lo convierte en algo extraño. Crear extrañeza en algo que no la tiene sería la ambigüedad con la que juega en esta obra. También dicho en otras palabras: cualquier cosa, según cómo la mires, la muevas o la habites, deja de ser lo que es y se convierte en otra cosa desconocida.
Lo genial de la propuesta es que, tras proponer al espectador esta ambigüedad, Macarena Recuerda la acaba convirtiendo en los eslabones de una construcción que llena y transforma el espacio, creando un entramado misterioso a base de un material que ha dejado hace rato de ser lo que es -sin dejar nunca de ser pura y simplemente cartón-. Construir en el espacio con los ladrillos de un material que durante una hora ha almacenado tiempo de percepción ambigua, es decir, atenta a sí misma. ¿Qué más podemos pedir a una artista del escenario?
El estilo tan personal de Macarena Recuerda es realmente único, y no es de extrañar que despierte el interés cuando no el furor de nuevas generaciones de espectadores que buscan algo nuevo, lejos de los contenidos machacones habituales -psicologías, ideologías, catástrofes, psicopatías, anclajes al pasado, etc-, y prefieran adentrarse en la aventura de una percepción nueva, abierta a lo inesperado y a lo desconocido.

Publicado en TEATRON el diciembre 4, 2023 por Cecilia Guelfi

Dentro de la programación del 41º Festival de Otoño, en la sala Réplika, sucedió el 18 de noviembre el estreno en Madrid de COSA. Intervenir un cuerpo, la última creación de Macarena Recuerda Shepherd, creada en colaboración con Maia Villot, quien la acompaña en escena, Jorge Dutor, que colabora en la creación y en el vestuario, y George Marinov, responsable de la iluminación. 

Producida por el Antic Teatre, la pieza llega a Madrid después de haber pasado por Bilbao, Barcelona, Valencia, Bizkaia y Lleida, y es el cierre de una trilogía que completan ¡AY! ¡YA!, estrenada en 2018, y The watching machine, estrenada en 2020.

A lo largo de esta serie Macarena Recuerda Shepherd se ha dedicado a estudiar distintas facetas del ilusionismo, el arte de producir eventos que, en apariencia, son contrarios a las leyes naturales. Para esto ha estudiado los mecanismos de la percepción visual y ha desarrollado diferentes formas de manipularlos.  

En ¡AY! ¡YA! dos cuerpos se entrelazan multiplicando las posibilidades morfológicas de cada uno, adoptando posiciones y haciendo movimientos imposibles. En The watching machine la luz, el reflejo y las sombras son utilizados para producir un catálogo de ilusiones ópticas. En COSA. Intervenir un cuerpo, el cuerpo se vuelve parte de la escenografía al recibir el mismo tratamiento que los objetos que la componen. Enfundado, además, en los mismos colores de los que se ha vestido la caja escénica, se camufla con el cartón, material que protagoniza la obra.  

Al entrar en la sala nos encontramos con un espacio blanco ocupado por una gran bolsa arrugada de papel marrón y dos pequeños muros construidos con tubos de cartón. Al principio no hay nadie en escena, hasta que del interior de los tubos comienzan a asomarse manos, pies y cabezas que no se comportan como si formaran parte de una persona, sino como si fueran seres autónomos, curiosos y precavidos. 

A partir de aquí se nos irá presentando una población de criaturas con corporalidades y personalidades bien distintas. Especímenes de diferentes tamaños y fisonomías que conviven en un mundo fantástico que al principio nos había parecido inhabitado y que de repente se revela lleno de ¿gente, animales?, no sabría decir. Los seres que vemos en el escenario no se parecen a ninguno conocido, algunos tienen características difícilmente compatibles con la vida como la entendemos: Estamos en un ecosistema nuevo de atmósfera cálida, un lugar tranquilo, austero en lo referente al color, pero exuberante en su creatividad anatómica.

Con el correr de la pieza el bestiario da lugar al despliegue arquitectónico. Es como si después de haber visto a los moradores de este mundo se nos diera la oportunidad de conocer también el aspecto que tienen sus ciudades o instituciones, lo que inevitablemente nos llevará a pensar en cómo este mundo está organizado. 

Si durante la primera parte de la pieza todo lo que parecía cosa se había acabado manifestando como cuerpo vivo, al acercarse el final veremos objetos que, sin dejar de ser objeto, han adquirido la capacidad del movimiento: Un escenario que se reestructura solo, una escenografía que se construye a sí misma para dar lugar a una imagen que, sin ser nada concreto, evoca muchas cosas. 

En COSA. Intervenir un cuerpo, Macarena Recuerda Shepherd hace desaparecer el cuerpo, pero no de una vez, sino retirándolo gradualmente de la escena. En la primera parte de la pieza este se presenta desarmado, algunas de sus partes se utilizan para constituir otros seres. En la segunda, se fusiona con los elementos de la escenografía haciendo que estos cobren vida. En la tercera los objetos son del todo independientes. 

COSA es un trabajo que no impone discursos, que acepta muchísimas lecturas. A partir de lo que se ve en escena cada persona del público puede iniciar un viaje muy distinto. Para mí, este viaje comenzó cuando empezó a desaparecer la diferencia entre cuerpos y objetos, cuando los primeros empezaron a cederle a los segundos parte de la vida que contienen. Fue un viaje inesperado que me llevó a pensar en por qué somos capaces de depositar afectos en cosas inertes, en si es posible señalar con exactitud el momento en que aparece o desaparece la vida, en si no sería más correcto pensar la vida como algo que sucede, que pasa por nosotros momentáneamente, en vez de como algo que se tiene o no se tiene, en cómo nos relacionamos con lo desconocido y en cómo podríamos llegar a relacionarnos con lo inimaginable, entre otras cosas.

Al final de la pieza el trasvase se ha completado, la vida que traían los cuerpos ha pasado al cartón, que me saca de mis divagaciones haciendo un último gesto espectacular que, paradójicamente, tiene algo de inauguración. Un gesto que deja claro que las cosas han alcanzado autonomía, que los objetos ya no necesitan del cuerpo de nadie para moverse (esto sólo en apariencia, claro, recordemos que la cosa iba de ilusionismo). María Cecilia Guelfi

 

Tania Herrero La Opinión de Murcia

Bajo las premisas de la investigación sobre intervenir el cuerpo, Macarena Recuerda y David Franch sumergieron a los espectadores del Centro Párraga en un mundo imaginario plagado de acontecimientos asombrosos. 

La segunda propuesta del ciclo ‘Movere. Danza Experimental’ de este septiembre, Cosa. Intervenir un cuerpo, se podría decir que es la danza objetual del cartón, en la que el cuerpo de los bailarines se deforma para completar las imágenes que transportan al espectador a un mundo onírico y surrealista donde cada cual puede interpretar lo que sucede según su experiencia, aunque muchas de las imágenes eran bastante concretas y divertidas.

Una obra que consta de dos partes, donde la música y la luz juegan un papel más que importante en la concepción de esta. Las luces, diseñadas por George Marinov, dotaron de vida propia al cartón creando una sinfonía magnífica de propiedades y movimiento al mismo tiempo que el silencio y la música barroca de Vivaldi creaban el espacio sonoro que acunaba el transitar de la obra. El vestuario de color cartón y aspecto de gnomo de Jorge Dutor, todo un acierto.

Una obra de formato difícil de clasificar, ya que, dentro de los convencionalismos de la danza, los bailarines ‘bailaron’ poco. Sin embargo, es una obra maravillosa que despierta la imaginación y te provoca ganas de jugar y de investigar con el cartón o con otros elementos y meterte dentro de la escena: ser parte de ella. Una obra donde la sorpresa pilla desprevenido al espectador, en la que se agradece esa mirada plagada de ilusionismo donde la creatividad explota a cada rato.

Una obra que fácilmente podría catalogarse para público familiar, aunque no es el caso –o sí, pero que por las horas en las que se ejecutó pocas probabilidades había de que ese tipo de público apareciera, y sinceramente fue una pena–. Una obra que acaricia al niño interior que llevamos dentro motivando a la creación de ese imaginario propiciado por el juego que muchas veces se pierde en la vida adulta.

Una pieza que cierra la trilogía sobre investigación del cuerpo, en la que nos quedamos con ganas de ver qué obras precedían a esta y los talleres que las acompañan.

Ojalá ver pronto por estas tierras más trabajos de esta creadora/bailarina/artista visual difícil de catalogar. Ojalá más propuestas como esta en escenarios de la Región.

Funciones